Rafael Arévalo Martínez

 

Nació el 25 de julio de 1884 en Guatemala. Estudió en el Colegio San José de los Infantes, en donde fundó y dirigió el periódico El Primero Complementario.

 

Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Fue uno de los escritores guatemaltecos más destacados de la Generación de 1910.

Fue colaborador de los periódicos El Imparcial, Diario de Guatemala, redactor jefe de La República y Nuestro Diario; dirigió el diario Juan Chapín y la revista Centro América.

Escribió la letra del Himno a Centro América. 

En 1910 contrajo matrimonio con Evangelina Andrade Díaz con quién procreó varios hijos. Un año después fundó el Ateneo Batres Montúfar.

En 1915 publicó su obra El hombre que parecía un caballo, con la que se dio a conocer internacionalmente.   

En 1927 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de Guatemala hasta 1945, año en el que viajó a Washington D. C. como delegado especial ante la Unión Panamericana.

Llegó a ser miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

Falleció en la ciudad de Guatemala el 12 de junio de 1975. 

Características de la obra

 

Debido a su talento lírico, Arévalo Martínez publicó varios volúmenes de versos, que lo elevaron a la categoría de poeta nacional.

Su producción poética es muy variada y abarca desde composiciones de sencillez lírica hasta otras en las que emplea expresiones de un auténtico barroco de corte americano.

Entre sus libros de poesía se encuentra: Llama, publicado en 1934. En este poemario el autor se refiere a la llama que hubo de quemar el dolor de un pasado lleno de cicatrices y recuerdos y que luego ha conseguido la perfecta purificación.

Con este libro el poeta contagia de la hermosa quemadura y también de su realidad de horizontes profundos. Entre los poemas que sobresalen de este libro se pueden mencionar: La mano de Cristo, Beatitud, La Senda, Confianza, Y cuando…, Por la puerta de escape…, A Guatemala, entre otros. 

Con el poema A Guatemala, Arévalo Martínez da a conocer una poesía más intimista, sentimental y sencilla. Demostró su amor, devoción y admiración hacia su tierra, Guatemala, el país de la eterna primavera.

Además, en el poema describe a Guatemala como una madre joven que tiene siempre dos hermosas y fecundas virtudes: la juventud y la maternidad.    

Es importante resaltar que en el tiempo de Rafael Arévalo Martínez, Guatemala contaba con escasos 100,000 habitantes por lo que la naturaleza ofrecía un paisaje multicolor de majestuosos volcanes, múltiples ríos y profundos lagos.